Según el semanario especializado The Economist, la Iglesia es la organización no gubernamental más grande del mundo. Siempre fue una entidad volcada a lo social, desde el aspecto de más necesitados y desde la caridad bien entendida. Quizás porque todo evoluciona, porque la caridad atenta a la dignidad de las personas o porque corren otros tiempos, la Iglesia ha institucionalizado la caridad con la creación, por el Papa Pablo VI, del Consejo Pontificio “Cor Unum”, un instrumento ejecutivo del Papa que gestiona las iniciativas humanitarias en caso de calamidad natural o víctimas de conflictos bélicos –casos del terremoto del Perú, en 2007, o de la guerra en Georgia–.
El Papa Juan Pablo II creó en 1984 la Fundación que lleva su nombre papal, fundación para el Sahel (desierto) que lucha contra la sequía y la desertización, ayudando a sus afectados. Y también existe la Fundación Populorum Progressio, al servicio de la población indígena, mestiza, afroamericana y de los campesinos pobres de América latina y del Caribe.
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